El decir en los hombres

M8No te imaginas la de vueltas que nos hemos dado con los cabros pensando en un planteamiento kolectivo para la marcha del día de la mujer. ¿Qué tenemos que decir este 8 de marzo?, ¿a quién se lo decimos?, ¿de qué forma?, ¿en qué contexto?, ¿sería mejor callar?…

El año pasado hablamos del aborto y del papel de los hombres frente a esto, fueron las reflexiones que salieron del taller «Palabra de Hombre» en torno al tema. En síntesis: “Ellas deciden, nosotros apoyamos y acompañamos”, reconociendo la necesidad de renunciar a cualquier protagonismo y decisión, reconocer/validar la legítima autonomía de cada unx sobre el propio cuerpo, sin hacernos a un lado, sin sacarle el poto a la jeringa, sin hacernos los lesos para quedar de nuevo, cómodamente sentados al margen,  sobre otro privilegio patriarcal.

Alguien decía por ahí: «si, está bueno, pero, ¿de nuevo vamos a decir lo mismo?» Quizás sea bueno profundizar en el decir, en cómo los hombres decimos. ¿Por qué tenemos que decir algo? En más de una ocasión, hemos conversado nuestras dificultades para guardar silencio en una conversación cualquiera, siempre se nos ocurre algo que decir, ¿cuál es la necesidad de ser protagonistas, de ser el centro de mesa o decir la última palabra?

-Ahhh, entonces nos quedamos piola, no decimos nada, pasemos desapercibidos…

-Noooopoh… si se trata de hacerle daño al orden patriarcal, deberíamos tener un posicionamiento, tenemos que decir algo…

Es que la masculinidad hegemónica impone también una manera de hablar, que refuerza los mitos que sostienen las relaciones de dominación patriarcal. Entonces, cuando un hombre habla, habla fuerte, habla como hombre, cuando un hombre dice, no palabrea, no adorna, «dos cucharadas y a la papa», cuando un hombre dice, lo dice en serio, no es hueveo, es «Palabra de Hombre», así, con mayúscula, porque los hombres no hablamos desde los sentimientos, sino desde la razón, desde una verdad de la que gozamos por el mero hecho de ser hombres.

En ocasiones más, en ocasiones menos, esta forma discursiva, se acomoda con nuestros resabios machistas, con la fantasía del héroe por ejemplo. Y nos sentimos llamados a sacar la voz, valientemente en nombre de lxs oprimidxs, perdiéndonos nuevamente en otro privilegio,  re/vistiéndonos con capa y espada, frente al dragón adecuado para la ocasión.

Por eso en este 8 de marzo, nuestra reflexión es sobre el decir de los hombres, sobre el uso que hacemos de los espacios discursivos, espacios donde se toman decisiones, espacios políticos en los que ejercemos poder, muchas veces, haciendo callar a lxs compañerxs, instalando significados acerca de lo correcto y lo incorrecto, de lo que hacemos y lo que somos, del cómo nos vinculamos con otrxs.

Creemos importante hacernos un llamado a nosotros mismos, los hombres, desde cualquiera de las masculinidades que decidamos habitar, a entender el lugar que ocupamos, los significados que revisten nuestro ser y los que performamos en nuestra cotidianidad, y por sobre todo, hacernos conscientes, cuestionar los privilegios que ello implica. El uso de la palabra, el tono de nuestra voz y la disposición de nuestros cuerpos.  Cuestionarnos, ¿cuánto de ésto tiene un efecto horizontalizador de las relaciones con lxs otrxs? y ¿cuánto de ésto lo hacemos para mostrarnos, hacernos escuchar, convencer, decidir, imponer una idea, un significado e instalar nuestra verdad?

Qué distinto sería, si el decir de los hombres se bajara del pedestal, si abandonásemos la competencia, la preocupación por quién tiene la última palabra, que en definitiva, es otra forma de preguntarse ¿quién la tiene «más grande»? Qué bonito sería si escucháramos a lxs otrxs con las mismas ganas que defendemos nuestras palabras, si habláramos para cuestionarnos, para aprender más que para enseñar,  co/construir ideas kolectivas.

Sí, creemos que hay que hablar, es más…
hay que gritar, pero gritarse pa’ dentro primero.

Carlos Guerrero Munita y Luis Sáez Avaria

Militantes del Kolectivo Poroto

Violencia machista, masculinidades y cotidianidad*

La violencia contra las mujeres se da en un contexto cargado de incentivos y refuerzos que entregan al agresor la idea, más o menos consciente, de que puede ejercer tales comportamientos, y que ellos son parte de lo que se acepta en el orden y tipo de relaciones que conoce.

Migue

Miguel Ángel González Campos, Militante Kolectivo Poroto.

La violencia contra las mujeres es la expresión más concreta y repudiable de las conductas machistas que tienen lugar en una sociedad patriarcal como la nuestra. Cualquiera sea la forma en que esta se ejerza -física, sexual, económica, psicológica, institucional, material o simbólica- tiene como resultado un innegable daño en las sujetas que ven menoscabadas su dignidad.

Ejemplos hay muchos. El acoso sexual callejero (“piropo”) -cuya manifestación permite ver que hay quienes pueden opinar sobre el cuerpo y apariencia física de otras-; la forma y fondo en el uso del espacio público, las inequidades en el goce y ejercicio de derechos, la escasa autonomía y decisión de las mujeres sobre sus cuerpos (penalización del aborto o falencias en materia de derechos sexuales y reproductivos); la objetización que del cuerpo femenino hacen la publicidad, los medios de comunicación, las instituciones y el discurso social (humor machista), además de la subordinación cotidiana en el hogar, el trabajo u otros espacios… todo lo cual tiene como máxima expresión, el femicidio.

La violencia contra las mujeres se da en un contexto cargado de incentivos y refuerzos que entregan al agresor la idea, más o menos consciente, de que puede ejercer tales comportamientos, y que ellos son parte de lo que se acepta en el orden y tipo de relaciones que conoce. Se trata, por lo tanto, de un sujeto que percibe como legítimos tales comportamientos, lo que dista de que sean producto de una patología o condición médica, o como señala la acertada expresión del movimiento de mujeres y feminista: un agresor no es un enfermo, sino un hijo sano del patriarcado, lo que se confirma si pensamos que no todo sujeto que presenta una condición de salud mental es, necesariamente, un agresor de mujeres.

La referencia anterior al contexto, en ningún caso justifica tales atropellos, pero permite contar con mayores elementos de análisis a la hora de trabajar hacia la construcción de alternativas al patriarcado, el machismo y la violencia de género, desde el cuestionamiento y la deconstrucción del tipo de masculinidad/es que subyacen a este modo de vivir, en tanto ejercicio de un rol.

Con el objetivo político de erradicar el patriarcado y combatir las instancias y modos que lo reproducen, y a partir de reconocernos como sujetos de privilegio en el modelo patriarcal imperante, el Kolectivo Poroto, hombres por otros vínculos trabaja activamente desde el cuestionamiento personal y colectivo de esta ubicación privilegiada, para transformarla con base en la experiencia, la vivencia y las acciones que permitan el cambio en los hombres consigo mismos, con otros varones, con las mujeres y con el entorno.

La experiencia del Kolectivo Poroto se asienta en diversas acciones de incidencia social y política, en que la principal herramienta ha sido la homosocialización, que busca generar espacios de reflexión y transformación colectiva entre hombres, en el entendido que el patriarcado como modelo, y el machismo como su expresión, niega posibilidades en que los sujetos varones podamos conocernos, observar nuestras vivencias y actuar desde ellas. Las actividades propias del kolectivo, como el ciclo de talleres “Palabra de hombre”, cursos talleres, la reflexión y el diálogo con otras instancias articuladas, espacios de formación, entre otros, nos han permitido cuestionar el ejercicio de nuestro rol masculino, para intentar hacerlo diferente, igualitario, liberador y constructivo de alternativas a las formas de relacionamiento.

La/s masculinidad/es no es más ni menos que un rol más dentro de los que se ejercen en la coexistencia entre sujetos sociales. La diferencia radica en que éste atraviesa de modo transversal el ejercicio de la gran gama de otros roles que diariamente llevamos a cabo: hijos, trabajadores, estudiantes, padres, hermanos, parejas o actores políticos. Los segundos serán objeto de transformación, sólo en la medida que el primero de ellos sea visibilizado como elemento de privilegio, cuestionado a partir de ello, y modificado mediante la acción cotidiana. Vale decir, el hijo, hermano, pareja, padre o sujeto social sólo incidirá sobre sí mismo y el entorno, en la medida que visibilice su estado de privilegio y transforme el ejercicio cotidiano de la masculinidad que conoce y valida.

Este accionar hacia la transformación de la masculinidad hegemónica, machista, patriarcal y heteronormada, no acaba con la participación en una organización o con no ser agresor, concretamente. Tiene que ver con la decisión política de cambio del sujeto social, desde y por sí mismo, para proyectar este trabajo en la erradicación de formas más arraigadas que dan pie a la cultura patriarcal. Implica un respeto integral a las mujeres (y hombres), y a la lucha y trabajo que han dado históricamente desde el movimiento feminista, cuidando ser un aporte real a sus demandas y autonomía.

El pasado 25 de noviembre se conmemoró un nuevo Día internacional de la no violencia contra las mujeres -fecha que recuerda la muerte de las hermanas Mirabal, asesinadas como opositoras a la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana- y adoptada como el momento en que el movimiento feminista y de mujeres levanta su voz fuerte para demandar el fin a las múltiples formas de violencia que les afectan. Como organización estuvimos presentes en la ocasión, alentando la convicción política, colectiva y personal, de los necesarios cambios que deben darse para avanzar en la plena erradicación de las diversas formas de violencia que aún viven las mujeres.

La apuesta y la convicción del Kolectivo Poroto, es que en ese camino podemos colaborar y ser partícipes a partir de reconocer y visualizar los privilegios que nos otorga el patriarcado, con la decisión de transformar nuestras prácticas y conductas cotidianas, como paso preliminar para el cambio social. A ello abocamos nuestros esfuerzos y articulación política independiente, desde el territorio, para el avance hacia una comunidad de sujetos/as cuyas relaciones sean respetuosas, igualitarias, liberadoras y autónomas, basadas en el cambio permanente de las conciencias y los modos de relacionamiento, como herramienta movilizadora de cambios mayores.

(*) Este articulo fue publicado originalmente por: Observatorio Genero y Equidad

Notas de un poroto hallado sobre Paternidades y Crianzas.

Hallado, del verbo hallar. Estar presente, encontrarse.

Kolectivo Poroto, Ciclo «Palabra de Hombre» Taller sobre Paternidades y Crianzas
Sábado 21 de Junio,

2014 – Santiago

 
 
Sábado por la mañana camino por diez de julio, barrio clásico de venta de repuestos y arreglos de vehículos, lugar de predominio masculino, hoy es el último día de trabajo por estos lares. Voy acercándome ya al aguerrido y combativo liceo A-13 Confederación Suiza, lugar donde en el patio hacen arreglos, hay ruido de taladro y/o sierras eléctricas. Entro al liceo, llego a una sala donde se realiza el taller de este sábado: “Paternidades y Crianzas”, encuentro voluntario entre  hombres, que quieren, que se atreven a reflexionar y a compartir. En círculo, sentados en sillas, nos presentamos y manifestamos nuestro interés por el taller, comienza dinámico con la invitación a tomar del centro un globo, jugar con el objeto,  personalizarlo,  animarlo, a hacerlo de uno, a presentarlo a otro compañero y a conservarlo durante el taller, es este momento en donde entramos en cuerpo y alma jugando: al encuentro. Se nos invita a dividirnos por grupo asociándonos en relación a nuestros globos, color tamaño o carácter dado; se nos invita a compartir en el grupo nuestras vivencias, como hijo.
Hay café, té, galletas, pie de limón, el ambiente es cálido, acogedor, distinto de la calle, del ruido de sierras, de los hombres trabajando, que no paran. Fluye como el agua la conversa  acerca de nuestras vidas como hijos,  es claro, identificamos la presencia con distancia, ese común denominador nos da la confianza para entregarnos con pasión a mostrar al otro nuestra vivencia,  en una sala donde de lunes a viernes es sólo el profesor el que habla y todos están sentados mirando hacia el pizarrón. Con ayuda de  los globos, lanzándolo, abrazándolo, mirándolo de lejos, diciendo la palabra distancia; así de esa forma decidimos comunicar al otro grupo lo concluido.
Al llegar a donde está el otro grupo me doy cuenta que participan en el dos padres con sus bebes de un año y medio y dos años aproximadamente, el encuentro de hombres toma un tono de ternura, de frescura, de paternidad  practicante, esperanza de nueva generación de ser padre, de ser hijo , los globos siguen siendo un recurso de juego; ahora con  los bebes se torna distinta la conversa, la dinámica cambia, quieren caminar, jugar con el otro interactuar, soltamos los globos,  los compartimos con ellos. En un momento por no interrumpir el círculo, un padre solo con él bebe en un brazo, toma con la otra mano una mesa que está  patas pa´ arriba sobre la otra, la baja y prepara el lugar para la muda, pidiendo permiso mientras la conversa continua. Uno de los bebes con una palita de juguete quiere pegarle a un adulto este le responde “pegándole en modo juego también” todos reímos, nos integramos a ellos, ellos a nosotros.
Se habló con confianza, se declararon miedos y orgullos en la crianza, se relataron vivencias en torno al parto de su propio hijo, se plantearon deseos de educar distinto a lo formal, se manifestaba la opción de paternidad, de diversidad en la manera de abordarlo con pareja o solo. El taller nos dio la oportunidad en un ambiente acogedor, liberar penas y alegrías frente a nuestros pares, de nuestros recuerdos como hijo, de la vivencias como padres y no padres . Se detectaron problemas, se visualizaron soluciones, se generó fe y satisfacción en lo realizado.
Volví por la calle diez de julio más liviano con más esperanza, con la sensación de un nuevo sol.
Lunes 23 de junio de 2014
Toño Ortega Calderón
 

Palabra de Hombre: Reflexiones colectivas del primer taller (Patriarcado).

El pasado sábado 12 de abril, como Kolectivo Poroto inauguramos un nuevo ciclo de Talleres Palabra de Hombre para el 2014.  Nos encontramos 18 varones en la Universidad ARCIS, quienes activamente participamos de esta primera actividad en la cual reflexionamos a partir de nuestras vivencias en torno a la pregunta:
¿Qué hacemos los hombres contra las desigualdades de
género?
 
Después de la presentación de los participantes, y animados por el juego del Tenis, se plantearon frases en las cuales tuvimos que ubicarnos de un lado u otro de una imaginaria red de tenis, según estuviésemos a favor o en contra de la afirmación que el animador nos invitaba a reflexionar.  Una de las frases era “Los hombres y las mujeres nos complementamos” y la otra era “Como hombre, yo sufro costos derivados de las relaciones de género”. Ello gatilló la conversación, discusión y posturas relacionadas con la equidad, los costes y los privilegios que tenemos como hombres. A partir de experiencias y reflexiones sobre nuestros aprendizajes y formas de socialización, en los diversos contextos cotidianos, se nos permiten y/o prohíben ciertos modos de crear y recrear nuestras masculinidades. La vida cotidiana, las relaciones de pareja, las opciones sexuales, la crianza como hijos o bien padres, etc., han sido parte de las conversaciones que nos movilizaron para profundizar sobre nuestros privilegios como hombres.
Constatamos lo complejo que nos resulta hablar de nuestras vivencias, como también la facilidad con la que nos es posible elaborar diagnósticos sobre las situaciones en que los varones reproducimos los mandatos patriarcales.
Animados por la primera actividad continuamos profundizando sobre nuestras vivencias, a partir de la técnicas del teatro foro y poniendo énfasis en las veces que hemos actuado de manera inequitativa, en que reproducimos la discriminación, el dominio como sometimiento de una otra o un otro, el heterocentrismo, el aprovechamiento, la exclusión, entre otras, pudimos dar cuenta de las situaciones en que reproducimos nuestros privilegios por el hecho de ser varones. Privilegios que sin cuestionamiento no nos permiten advertir posibilidades para cambiar las situaciones, preguntarnos sobre la experiencia de una otra u otro, como así también en la urgencia de entregar aportes que favorezcan la equidad entre personas.              
Sin duda, esta primera actividad ha permitido a quienes participamos combinar las experiencias personales con propuestas de acciones político cotidianas, reconociendo desde la diversidad de participantes, las vivencias en común con otros hombres. Como así mismo, compartir compromisos que nos permitan hacer posible desafíos para transformar(nos) y así propiciar espacios en que la equidad con otras, con otros, con nuestra comunidad y con nuestro medio puedan hacerse posibles.
Al finalizar, valoramos positivamente la experiencia: por el respeto compartido y generado por cada participante, por las reflexiones sobre la construcción de nuestras masculinidades y por los desafíos movilizadores plasmados en
compromisos concretos de transformación personal, que hacen sentido a quienes de alguna u otra forma sentimos sensibilidad y responsabilidad con nosotros mismos, ante preguntas complejas e incómodas pero necesarias para construir acciones políticas y solidarias.
Nos encontramos en el próximo Palabra de Hombre -Sábado 17 de Mayo,
«Acoso Sexual Callejero». Un
abrazo fraterno, Kolectivo Poroto.