Violencia machista, masculinidades y cotidianidad*

La violencia contra las mujeres se da en un contexto cargado de incentivos y refuerzos que entregan al agresor la idea, más o menos consciente, de que puede ejercer tales comportamientos, y que ellos son parte de lo que se acepta en el orden y tipo de relaciones que conoce.

Migue

Miguel Ángel González Campos, Militante Kolectivo Poroto.

La violencia contra las mujeres es la expresión más concreta y repudiable de las conductas machistas que tienen lugar en una sociedad patriarcal como la nuestra. Cualquiera sea la forma en que esta se ejerza -física, sexual, económica, psicológica, institucional, material o simbólica- tiene como resultado un innegable daño en las sujetas que ven menoscabadas su dignidad.

Ejemplos hay muchos. El acoso sexual callejero (“piropo”) -cuya manifestación permite ver que hay quienes pueden opinar sobre el cuerpo y apariencia física de otras-; la forma y fondo en el uso del espacio público, las inequidades en el goce y ejercicio de derechos, la escasa autonomía y decisión de las mujeres sobre sus cuerpos (penalización del aborto o falencias en materia de derechos sexuales y reproductivos); la objetización que del cuerpo femenino hacen la publicidad, los medios de comunicación, las instituciones y el discurso social (humor machista), además de la subordinación cotidiana en el hogar, el trabajo u otros espacios… todo lo cual tiene como máxima expresión, el femicidio.

La violencia contra las mujeres se da en un contexto cargado de incentivos y refuerzos que entregan al agresor la idea, más o menos consciente, de que puede ejercer tales comportamientos, y que ellos son parte de lo que se acepta en el orden y tipo de relaciones que conoce. Se trata, por lo tanto, de un sujeto que percibe como legítimos tales comportamientos, lo que dista de que sean producto de una patología o condición médica, o como señala la acertada expresión del movimiento de mujeres y feminista: un agresor no es un enfermo, sino un hijo sano del patriarcado, lo que se confirma si pensamos que no todo sujeto que presenta una condición de salud mental es, necesariamente, un agresor de mujeres.

La referencia anterior al contexto, en ningún caso justifica tales atropellos, pero permite contar con mayores elementos de análisis a la hora de trabajar hacia la construcción de alternativas al patriarcado, el machismo y la violencia de género, desde el cuestionamiento y la deconstrucción del tipo de masculinidad/es que subyacen a este modo de vivir, en tanto ejercicio de un rol.

Con el objetivo político de erradicar el patriarcado y combatir las instancias y modos que lo reproducen, y a partir de reconocernos como sujetos de privilegio en el modelo patriarcal imperante, el Kolectivo Poroto, hombres por otros vínculos trabaja activamente desde el cuestionamiento personal y colectivo de esta ubicación privilegiada, para transformarla con base en la experiencia, la vivencia y las acciones que permitan el cambio en los hombres consigo mismos, con otros varones, con las mujeres y con el entorno.

La experiencia del Kolectivo Poroto se asienta en diversas acciones de incidencia social y política, en que la principal herramienta ha sido la homosocialización, que busca generar espacios de reflexión y transformación colectiva entre hombres, en el entendido que el patriarcado como modelo, y el machismo como su expresión, niega posibilidades en que los sujetos varones podamos conocernos, observar nuestras vivencias y actuar desde ellas. Las actividades propias del kolectivo, como el ciclo de talleres “Palabra de hombre”, cursos talleres, la reflexión y el diálogo con otras instancias articuladas, espacios de formación, entre otros, nos han permitido cuestionar el ejercicio de nuestro rol masculino, para intentar hacerlo diferente, igualitario, liberador y constructivo de alternativas a las formas de relacionamiento.

La/s masculinidad/es no es más ni menos que un rol más dentro de los que se ejercen en la coexistencia entre sujetos sociales. La diferencia radica en que éste atraviesa de modo transversal el ejercicio de la gran gama de otros roles que diariamente llevamos a cabo: hijos, trabajadores, estudiantes, padres, hermanos, parejas o actores políticos. Los segundos serán objeto de transformación, sólo en la medida que el primero de ellos sea visibilizado como elemento de privilegio, cuestionado a partir de ello, y modificado mediante la acción cotidiana. Vale decir, el hijo, hermano, pareja, padre o sujeto social sólo incidirá sobre sí mismo y el entorno, en la medida que visibilice su estado de privilegio y transforme el ejercicio cotidiano de la masculinidad que conoce y valida.

Este accionar hacia la transformación de la masculinidad hegemónica, machista, patriarcal y heteronormada, no acaba con la participación en una organización o con no ser agresor, concretamente. Tiene que ver con la decisión política de cambio del sujeto social, desde y por sí mismo, para proyectar este trabajo en la erradicación de formas más arraigadas que dan pie a la cultura patriarcal. Implica un respeto integral a las mujeres (y hombres), y a la lucha y trabajo que han dado históricamente desde el movimiento feminista, cuidando ser un aporte real a sus demandas y autonomía.

El pasado 25 de noviembre se conmemoró un nuevo Día internacional de la no violencia contra las mujeres -fecha que recuerda la muerte de las hermanas Mirabal, asesinadas como opositoras a la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana- y adoptada como el momento en que el movimiento feminista y de mujeres levanta su voz fuerte para demandar el fin a las múltiples formas de violencia que les afectan. Como organización estuvimos presentes en la ocasión, alentando la convicción política, colectiva y personal, de los necesarios cambios que deben darse para avanzar en la plena erradicación de las diversas formas de violencia que aún viven las mujeres.

La apuesta y la convicción del Kolectivo Poroto, es que en ese camino podemos colaborar y ser partícipes a partir de reconocer y visualizar los privilegios que nos otorga el patriarcado, con la decisión de transformar nuestras prácticas y conductas cotidianas, como paso preliminar para el cambio social. A ello abocamos nuestros esfuerzos y articulación política independiente, desde el territorio, para el avance hacia una comunidad de sujetos/as cuyas relaciones sean respetuosas, igualitarias, liberadoras y autónomas, basadas en el cambio permanente de las conciencias y los modos de relacionamiento, como herramienta movilizadora de cambios mayores.

(*) Este articulo fue publicado originalmente por: Observatorio Genero y Equidad

Del Piropo al Acoso Sexual Callejero:

Reflexiones post-conversatorio con las compañeras feministas de la “Marcha Mundial de las Mujeres” (2012) y Taller «Palabra de Hombre» (2013).
Del año 2012 a la fecha, como Kolectivo Poroto – hombres por otros vínculos, hemos tenido la posibilidad de reflexionar en conjunto con nuestras aliadas feministas, sobre el piropo como una práctica de acoso sexual callejero. Dicho tránsito, ha implicado reconocer los privilegios masculinos en las relaciones sociales de género, junto con las alternativas que se podrían desarrollar en este escenario.
En nuestros contextos culturales, la práctica de “piropear” no es solamente una tradición criolla reflejada en galantería, sino es, si miramos con la perspectiva de género, una práctica que remite a una relación estructural de dominio y sometimiento del cuerpo femenino. Como Kolectivo Poroto consideramos pertinente relevarlo en el plano del Acoso Sexual Callejero, en la medida que reconoce una lógica patriarcal, que incluso resulta invisible para muchas y muchos, en el proceso de marcar un territorio simbólico de propiedad masculino-machista. Si bien el piropo es planteado por algunos como un acto cultural propio de la sociedad chilena, y en este marco es muchas veces aceptado e incluso bien recibido por las “piropeadas”, la problemática central radica en la presunción de que, por el hecho de estar presente en la vía pública, el cuerpo femenino puede (y muchas veces debe) ser cosificado  por los sujetos masculinos, incurriendo en prácticas de Acoso, potenciadas especialmente cuando los varones nos
movilizamos en grupos de hombres, relevándose también una competencia dentro del mismo género masculino por quien demuestra ser “más hombre”, “más choro”, “más lanzado”.

A partir de lo anterior, el Acoso Callejero de varones hacia mujeres, da cuenta de una jerarquía que pronuncia las asimetrías estereotipadas de un activo masculino y una pasiva femenina, que relacionada a los privilegios masculinos (en Modelo Hegemónico de Masculinidad Patriarcal –MHMP), legitima los cuerpos de mujeres como un territorio de dominio y sometimiento recurrente. El contenido sexoide del acoso hipergenitalizado, reduce a las mujeres a simples objetos y cuyas expresiones son, por ejemplo: seguimientos, manoseos en espacios públicos, saludos “cuneteados”, chistes, entre muchas otras. ¿Existe entonces un límite entre el Piropo y el Acoso Sexual Callejero? Como parte de las relaciones de género que se establecen diariamente en las calles de nuestro país, vemos que son, en la gran mayoría de los casos, los varones quienes se establecen como jueces y parte respecto de estos límites, estableciéndolos de acuerdo a cada situación, y generando relaciones asimétricas de poder que siempre colocan al género femenino como dominado ¿O acaso un varón solitario piropeará a un grupo de mujeres? Esta asimetría resulta ser reflejo de que en el espacio público los varones recrean y actualizan la norma patriarcal, que posibilita el acoso como un valor permitido para los hombres. Las expresiones de este dominio refuerzan los mandatos hegemónicos, los que al mismo tiempo pasan a ser una obligación entre semejantes masculinos.

A partir de lo anterior, cabe preguntarse, en tanto hombres, ¿Cómo Podemos poner en cuestión estas prácticas machistas? Ya que claramente no contribuyen al desarrollo de espacios  respetuosos entre hombres y mujeres ¿De qué manera podemos movilizarnos con el propósito de generar transformaciones, incluso desde las resistencias, y así, permitirnos un ejercicio cuestionador de los privilegios masculinos y posibilitar prácticas distintas-alternativas al Modelo Hegemónico Machista Patriarcal (MHMP)? ¿Cómo podemos aprehender a valorar la belleza de otras y otros haciéndola un factor de cercanía y gratificación, más que de maltrato?

 

 

 

 

 

Fotos de la participación en la actividad, en el Parque Bustamente, de Observatorio Contra el Acoso Sexual Callejero- Chile Sábado 5 de abril 2014
Kolectivo Poroto. Militancia en Género-Masculinidades y Política.
kolectivoporoto@gmail.com