#NiUnaMenos #25Noviembre

Praxis cotidiana contra la violencia machista

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Como Kolectivo Poroto hemos nuevamente, decidido participar en la marcha del 25 de noviembre, “Día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer.” El día rememora el asesinato, previas violaciones y torturas, de tres hermanas* y compañeras de lucha contra la dictadura militar de la República Dominicana en los 60’s. Una de las cosas que llama la atención es que la fecha se acuerda en el año 1981 en el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe.

El sentido de la marcha para nosotros tiene un elemento vital, esto es, preguntarnos ¿es posible hacer algo con la
violencia que ejercemos? El Patriarcado crea asimetrías relacionales que otorgan roles, mandatos y especificidades generalizadas que garantizan y defienden privilegios masculinos o que se vinculen con lo socialmente asignado a él. Un sistema cuna de todas las opresiones y violencias, las cuales han sido construidas sobre el cuerpo de las compañeras. Estos privilegios nos otorgan ventajas patriarcales, que en la cotidianeidad derivan en prerrogativas en tanto ejercicio de poder respecto de otrxs.

2511_3Vale mencionar, que sumado al patriarcado, operan distintas estructuras que también jerarquizan las vidas. Las brechas aumentan cuando se observan otras capas, con lo cual vemos que la dominación teje una red con cuerdas hechas en base al género, etnia, clase, edad, entre otras.

Los dividendos patriarcales, ventajas, asignan a la masculinidad prerrogativas en tanto ejercicio del poder respecto de otrxs. Podríamos preguntarnos ¿qué tiene que ver esto con la violencia? Algo que hemos podido observar, es que cuando el poder es cuestionado entonces emerge la violencia en defensa del caldo patriarcal del que solo beben los varones. De esta manera, cualquier desafío a los privilegios tiene como consecuencia el ejercicio de esta. Y es que hay un tema con el poder y pisar la tierra de lo masculino. Pareciese ser un tema que nos cuesta asumir por lo que se encuentra en juego. Son altos los riesgos y la pérdida de aquellos es significante.

Hemos resuelto hacernos preguntas pensándonos “partícipes” de la dominación masculina, ya sea pensándola, viviéndola y sintiéndola. Pensarnos como “hombres nuevos” nos da vergüenza. Así y todo, tomando como premisa la honestidad en nuestro quehacer, y sin tener certezas, creemos que es dable alcanzar algunas nociones del cómo enfrentar/nos, a fin de avanzar hacia la transformación social.

(*) Hermanas Mirabal

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