Antofa florida

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Viernes, de madrugada partimos en dirección al aeropuerto, destino Antofagasta. Es la primera vez que viajo para una actividad así y siento algo de nervios. Pancho y yo, llegamos a eso de las 8 y tanto de la mañana al aeropuerto Cerro Moreno. La aridez se impone en su magnitud. Adormilados compartimos sobre nuestra llegada a nuestros compañeros, quienes nos soplaban a kilómetros de distancia cariños y buenas vibras en la iniciada experiencia.

Arriba del taxi que nos llevaba a la casa de los compas que nos recibirían, compartimos palabras con el hombre que sudaba descontento con la gestión de la ciudad. Mi mirada recorría el mar, el cielo y la tierra seca. La brisa marina me conectó con nuestro conductor. ¿Qué tal la relación con los migrantes en la ciudad?, pregunté. En breve, las palabras que salieron de la boca del taxista estremecieron la comunicación, recio dijo «Mientras no se metan conmigo o mi familia, no pasa nada; si las cosas cambian, saco la recortada.» En medio del silencio, perplejos ante tales afirmaciones, el desconsuelo se impuso. Sabíamos de manifestaciones de antofagastinxs hechas valer un tiempo atrás, en pie firme por la exaltación de la patria, la xenofobia se huele en las sociedades patriarcales, en un territorio marcado por la dominación del capital angloamericano de los recursos minerales y portuarios en complicidad con la burguesía y la clase política local.

La actividad minera ha construido brechas socioeconómicas importantes en la población antofagastina. No es difícil constatar la marcada división entre el norte, centro y sur de la ciudad. La pobreza se hace menos tangible hacia el sector sur, donde el Colegio Antofagasta International School es rodeado por automóviles lujosos que retiran a lxs niñxs del lugar, marcando simbólicamente, el límite de la ciudad y la opulencia.

Instalados en el lugar que nos brinda cobijo, nuestros compañeros anfitriones nos reciben con un rico desayuno y una buena conversa que nos da pistas del modo de vida en la ciudad.

Convocados por la Agrupación Fractal, nos dirigimos a mediodía a la Villa Oasis, población ubicada en los cerros del sector norte, cerros donde se dibujaban las palabras «cristo vive», en conmemoración de la visita del Papa Juan Pablo II al asentamiento nortino. Hito que comprende una figura deformada del rostro del sumo pontífice por las lluvias que se dejaron caer un tiempo atrás en la zona.

El trabajo territorial de Fractal incluye un taller de Fútbol los días Miércoles y Viernes de cada semana, entre otras actividades, el cual se caracteriza por el establecimiento de una alternativa al Fútbol Tradicional, destacando su enfoque intergeneracional, mixto, intercultural y de clase. Es un bello trabajo el que realizan las y los compas. «La Casita» -centro comunitario de Fractal- es un lugar acogedor y de encuentro para lxs niñxs y jóvenes del barrio.

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Invitados a realizar una actividad en el marco del taller de fútbol, la cancha de tierra nos pedía su limpieza, colocar las redes en los arcos, llevar agua para beber y refrescarse, poner el toldo e inflar algunos balones; aquello, era la previa de la actividad. El campamento vecino, emplazado en lo que era un basural, nos da cuenta del surgimiento de tomas y campamentos, donde la ciudadanía no alcanza más que para sus cruentos desalojos.

Facilitamos un juego que comprendía el uso de una tela y una pelota, en el cual todxs lxs participantes sujetábamos un trozo de tela y en un esfuerzo colaborativo teníamos que desplazarnos de un extremo de la cancha barrial al centro. Nos reímos mucho, la pelota a veces se nos arrancaba lejos, pero en equipo, sin distinción de capacidades, género, etnia y generación, logramos el ejercicio. Incluso un niño nos propuso hacerlo con dos pelotas, costó más, sin embargo los esfuerzos y la coordinación colectiva fueron suficientes para lograr la tarea. Luego, en torno a un círculo nos agrupamos, comentamos entre todxs la experiencia. «Trabajamos en equipo», «nos comunicamos» y «nos escuchamos», fueron algunos de las reflexiones a las que llegaron lxs niñxs. La jornada terminó con una divertida pichanga, en la cancha de tierra, donde se requería dar cuatro pases en el equipo para validar un gol.IMG_0283

«Qué buena manera de incentivar el trabajo colectivo», nos decíamos. Resulta más difícil pero requiere mirar, escuchar y renunciar al protagonismo. Un fútbol alternativo, intercultural e intergeneracional, donde los niños juegan con sus compañeras en un plano colaborativo, subvirtiendo la competencia y el ego/masculino propio del fútbol tradicional. Una que otra conflictividad surge, no está todo resuelto, sin perjuicio de ello, la rebeldía frente a lo normado se hace presente. Leyla, de la agrupación Fractal y facilitadora del taller, nos contó en un espacio grupal, la historia del club Inter de Milán, en la que se permitió la participación de personas de distintos países ante la resistencia nacionalista del club originario, el Milán. Pancho, conocedor enciclopédico de las anécdotas del fútbol, desconocía la historia, asimismo fue mi sorpresa del contenido relatado. Antofagasta, en mis ojos, qué ocultas en tus cerros de tierra, me pregunté.

Siendo Sábado, iniciamos en un grupo mixto de alrededor de 20 personas, sobre los 20 años, el taller de «Fútbol y Machismo.» La primera fase, en dos grupos la tarea era organizarse para jugar fútbol con una escoba y una pelota de papel. Luego de la sesión corporal, la conversa. «Jugar contra una mujer en un principio hizo que pensara en ser cuidadoso»; «Cuando elegían lo equipos de fútbol siempre me dejaban al final y me sentía mal»; «Soy fotógrafa deportiva y en una oportunidad unos jugadores de un club me mandaron a lavar los platos»; «Como soy buena jugando a la pelota me incluyen en los equipos de hombres y me llaman para competir»; «El Fútbol es la vida misma, quiero un fútbol inclusivo, donde juegue una persona con muletas al lado de una que no»; «Cuando tomé la escoba quise ganar.» Compartir las experiencias para luego reflexionar en torno a ellas nos entregó perspectivas orientadas a un cambio.

IMG_0211En sincronía colectiva, donde cada cual aportó con alimentos y bebestibles, compartimos un rico almuerzo en «La Casita». Organizadxs para las tareas de limpieza, volvimos a retomar el taller. El segundo momento solicitaba el diseño de actividades que generaran alternativas al fútbol tradicional, con o sin pelota. Las y los compas, propusieron ligas de fútbol interbarriales abiertas y sin discriminación, obras de teatro sensibilizadoras en torno al sexismo futbolero y campañas despatriarcalizadoras en torno al fútbol tradicional.

La sesión terminó con un plenario final, se evaluaron las expectativas iniciales, las experiencias compartidas y una que otra propuesta de trabajo futuro, en torno a la relación con ellxs mismxs, con los otrxs y con el entorno. Cuestionar/se, compartir/se e incomodar/se fueron las claves comprendidas en el grupo. Algo pasó en algunos hombres, quienes desde hace un tiempo ven la necesidad de juntarse a conversar/se. Algunos de ellos se motivaron y piensan en formar un grupo pequeño con quienes quieran participar.

Finalmente, la Agrupación Fractal en conjunto a Cine en tu Cancha, proyectaron «Historia de un Oso» y «31 minutos: La película.» Con uno que otro dilema técnico, se aprovechaba el tiempo para invitar a participar. Juan, de Fractal, le facilitó el micrófono a un niño para realizar la invitación. «Colombianxs, peruanxs, chilenxs y bolivianxs, las personas del campamento, están todas invitadas a ver la película» dijo.

Antofagasta, tierra de masculinidad minera donde buses llevan a los trabajadores desde las faenas a prostíbulos y schoperías, tierra de polvo tóxico almacenado en galpones en medio de la ciudad, tierra de ejemplo de sociedades de pluridomio, tierra de apariencia del buen vivir, tierra de corazones fríos pese al constante calor, tierra de nefasta política pública… ¿Eres un lugar donde no florece el desierto?

Me atrevo a decir que no. Veo como tu rebeldía alegre brota desde la organización de bases, que apuesta por la diversidad y la horizontalidad, y que reclama la llegada de un mejor ahora.

Carlos Guerrero Munita / Militante del Kolectivo Poroto

Antofagasta, marzo 2016

 

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